Ciudad de contrastes entre lo ancestral y lo sofisticado, entre el silencio sagrado y el murmullo constante, grandiosa e impactante como ninguna, sus imágenes nos invadirán este verano de manera inevitable. Pero entre cita y cita deportiva, hay un sinfín de lugares mágicos por descubrir.
En cuestión de días, las pantallas de todos los televisores del mundo sufrirán una invasión masiva de imágenes de Pekín, una de las ciudades más sorprendentes e impactantes del mundo, centro neurálgico de la política, la cultura y las relaciones sociales en China -la batalla financiera se libra en Shanghai y Hong Kong-.
Todo el planeta verá en sus pantallas imágenes de los lugares más comunes -no por ello menos interesantes- de esta magnífica ciudad imperial. Y probablemente, al cabo de los 16 días que duran las competiciones oficiales de los Juegos Olímpicos, la infausta (en términos históricos) Plaza de Tiananmen, con el imponente retrato de Mao al fondo y la bandera de China a un lado, nos será tan familiar como el salón de casa.
Así, creeremos conocer Pekín en toda su extensión, obviando la inmensidad de una provincia de 17.000 kilómetros cuadrados en la que habitan cerca de 17 millones de habitantes, y que tiene el honor de ser la capital del Reino. En este caso, de la República (Popular China). Pero lejos de conocer esta inmensidad relativa que es Pekín, existen miles de lugares mágicos por descubrir.
EL tramo de la Gran Muralla más cercano a Pekín, a 60 kilómetros. -->
No es Tiananmen un mal sitio para hacerse una idea de lo que realmente es Pekín. Tiananmen es una plaza inmensa, la más grande del mundo. Situada en pleno corazón de la ciudad, es para muchos chinos un lugar de peregrinación obligado. De hecho, es muy habitual que el número de turistas chinos sobrepase al de occidentales. Miles de chinos que recorren miles de kilómetros desde aldeas remotas de la China profunda para visitar la tumba de Mao, el Monumento a los Héroes, la Gran Sala del Pueblo, el Museo de la Revolución, el Museo Nacional de Historia y, en frente, la Ciudad Prohibida. Todos estos edificios rodean Tiananmen, un lugar sagrado del que muchos chinos aún desconocen que una vez... hace 19 años... se produjo una revuelta estudiantil...
Ciudad de contrastes
Pekín es una ciudad de contrastes. En ella se produce una sugerente mezcla entre lo más ancestral y arcaico de la milenaria cultura china y la moderna -y un tanto vacía- sofisticación made in Occidente. Impacta el contraste entre el silencio sagrado que emana de la Ciudad Prohibida y el murmullo incesante del ultramoderno metro de Pekín, que diariamente da servicio a 3,5 millones de personas.
Para alguien que nunca haya visitado Asia, Pekín le parecerá otro mundo. No se parece a nada. Y si a algo recuerda es a Estados Unidos (no en el contenido, sino en la forma). En la forma de sus inmensas avenidas, carreteras y circunvalaciones. En la forma en que un país expresa sus desorbitadas proporciones. En todo lo demás, nada que ver.
El sentido del gusto tampoco queda indiferente ante una variedad de sabores nunca experimentados -->
Pekín es una ciudad a la que hay que llegar con los sentidos bien afilados. Aunque finalmente el sentido más impactado sea la vista, nada tiene que envidiar el olfato, que de repente se encuentra un original caleidoscopio de olores cargado de matices. En los barrios más autóctonos, el olor a fritanga de los puestos callejeros aderezados a base de congee (coglomerado de pescado), sepia, patas de pollo fritas y trozos de carne de dudosa procedencia se entremezcla con el penetrante aroma que desprenden las tiendas de productos secos (aleta de tiburón, mejillones, caballitos de mar y un sin fin de productos naturales a los que la medicina tradicional china concede propiedades curativas y afrodisíacas). Una suerte de perfume que, en ciertas zonas urbanas, se confunde en la inmensidad con la capa de aire contaminado que envuelve continuamente la ciudad.
El sentido del gusto tampoco queda indiferente ante una variedad de sabores nunca experimentados, por muchos rollitos de primavera que uno haya comido en los restaurantes chinos que hay en España. Ni la auténtica comida china ni los verdaderos restaurantes chinos tienen algo que ver con los sucedáneos patrios. La verdadera comida china, con el pato o ganso laqueado como buque insignia, es increíblemente sabrosa. Y barata. Por apenas cuatro euros uno puede hartarse de arroz, noodles, repollo chino (baicai) bañado en salsa de ostras o huevos en escabeche, con un extraño color verde oscuro pero con un sabor agradablemente indescriptible.
La Ciudad Prohibida es de visita obligada. -->
Mención especial merecen los dumplings, un exquisito bocado semejante a los raviolis italianos. En este caso, están rellenos de carne de cerdo, pollo o ternera, verduras o gambas y se concinan al vapor en pequeñas cestas de bambú. En cuanto a la bebida, aunque se puede disfrutar de un buen vino o cerveza, invariablemente se sirve té. Eso sí, los mejores restaurantes chinos son locales un tanto mugrientos y algo siniestros en la decoración.
Los más atrevidos también pueden degustar suculentos estofados a base de carne de perro, aunque para semejante hazaña hay que esperar a que terminen las Olimpíadas: La Asociación de Restauradores de Pekín ha prohibido la venta de carne canina en los restaurantes, ya que considera que puede herir la sensibilidad de algunos turistas.
Un gesto de respteto y amabilidad que no será el único que el visitante se encuentre en Pekín. Pese a su extendida y antihigiénica costumbre de escupir por la calle, los pekineses son gente acogedora. A los jóvenes chinos les encanta entablar conversación con los turistas para practicar inglés a un módico precio. Los adultos y personas mayores, para los que el inglés supone una barrera insalsalvable, son igualmente cordiales dentro de sus limitaciones y resultan especialmente entrañables en sus eternas bicicletas.
miércoles, 6 de agosto de 2008
China : "Lo ancestral y lo sofisticado"
Fotos:Josef Hoflehner (Austria)
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